CENTRO DE INVESTIGACIÓN Y DOCUMENTACIÓN FESTIVAL DE MÉRIDA

UN PASADO CON FUTURO



Dijo Che Guevara frente a Machu Pichu: "Se puede tener nostalgia de lo que no se ha vivido". Aquí también.



lunes, 20 de diciembre de 2010

El fiasco de José Tamayo en 1958

Los datos históricos recogidos por el primer Centro de Documentación que funcionó en el Festival desde 1984 hasta 1989, afirmaron que en el año 1958 se representó en el Teatro Romano una 'Medea' dirigida por José Tamayo y protagonizada por Aurora Bautista. Aquel Centro recopiló noticias de prensa que así lo indicaban [ver recorte adjunto, publicado el 8 de junio de 1958 en el periódico Hoy].
Sin embargo, no fue así. Tamayo no llegó a venir a Mérida y Aurora Bautista no fue 'Medea'. Cuando faltaba poco para comenzar los fastos dramáticos, José Tamayo anunció por carta a la Diputación de Badajoz que se encontraba enfermo. Y así continuó diciéndolo hasta que el organismo provincial, con su presidente Adolfo Díaz-Ambrona al frente, optó por clausurar el intento.
La Dirección General de Bellas Artes ofreció a la Diputación la posibilidad de que acudiese como repuesto un montaje ya estrenado que estaba teniendo mucho éxito: una 'Medea' dirigida por Armando Moreno que protagonizaba una tal Nuria Espert, jovencísima actriz de cuyas buenas dotes se empezaba a hablar. Pero a Díaz-Ambrona parece que no le satisfizo, porque rechazó la oferta.
Un año después, el montaje protagonizado por Nuria Espert acudió al Teatro Romano. Aunque representado fuera de temporada, en septiembre, fue la sensación no sólo de aquel año, sino de los siguientes lustros. La actriz había comenzado a escribir en el libro de oro del Festival de Mérida
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Nieves Rebolledo, a escena

Es Nieves Rebolledo. Con ese nombre y con 19 años llegó al escenario del Teatro Romano en 1997, dentro del reparto de la 'Electra' de Giraudoux que dirigió Eugenio Amaya. La señorita Rebolledo repitió en el año siguiente, aunque entonces fue con la 'Medea' de Eurípides y Séneca, también dirigida por Amaya. No regresó hasta el último año del milenio pasado: en 2000 formó parte del equipo actoral de 'Las aves', el último trabajo del gran Jesús Puente.
A partir de ahí, como señorita Rebolledo desapareció de la escena, acaso para siempre. Y nació Bebe. O se transmutó su nombre por el sobrenombre. Como Bebe ha pasado también por el Festival, aunque no haya vuelto al escenario del Teatro Romano en el curso de la muestra grecolatina [pese a que el ex director Jorge Márquez lo quisiese alguna vez].
Cantó en el festival Off de los años 2000 y 2001, de pub en pub, y ya no regresó hasta 2004 como cantante en la cresta de la moda. Aquella última presencia en el Festival fue para actuar ante Iñaki Gabilondo, cuando el periodista y su entonces 'Hoy por hoy' de la cadena SER se presentaron en Mérida para hacer el programa desde el Teatro, en las 50 ediciones de la muestra.

www.margaritaxirgu.es

Correspondencia de Xavier Rius Xirgu, sobrino nieto de Margarita Xirgu
He visitado el I+D+C y me ha parecido fantástico. Referente a tía Margarita, es realmente muy completa la documentación gráfica, las fotografías, los audios, los videos y los informes y artículos. Los he repasado con verdadero entusiasmo. Me doy cuenta del trabajo empleado en su elaboración, ya que Ester y yo básicamente somos los que hemos elaborado nuestra web, y nuestros sudores nos ha costado. Os felicito pues por este magnífico trabajo, que gustará sin duda a todos cuantos lo visiten o consulten.
Un fuerte abrazo,
Xavier Rius Xirgu

Correspondencia de Ester Xirgu
Me ha hecho mucha ilusión ver el apartado de documentación que tenéis en vuestra web y evidentemente, que haya un espacio sobre Margarita Xirgu; no lo dudaba en ningún momento, pues ya habéis demostrado en muchas ocasiones vuestra admiración por ella. Tengo que mirarlo detenidamente, pero creo que es muy buen trabajo. Lo enlazaré con nuestra web. Quizás también podríais notificar que existe nuestra web si lo creéis conveniente.
Un abrazo,
Ester Xirgu

Una espléndida y completísima página web de Xavier y Ester dedicada a Margarita Xirgu:

Fotografía: Margarita Xirgu en un retrato de juventud. Foto de portada en la web de la familia Xirgu.


Rafael Alberti, en el Festival de Mérida desde 1933

Hubo unos años relevantes en el Festival de Mérida en los que Rafael Alberti [1902-1999] fue un impenitente espectador y un amigo de la muestra grecolatina. Sucedió por primera vez en 1933, cuando el poeta tenía 31 años y cuando sólo dos antes Margarita Xirgu y Cipriano de Rivas Cherif habían estrenado su 'Fermín Galán' en el Teatro Español. Cuando Xirgu y Rivas trajeron al Teatro Romano la 'Medea' traducida por Unamuno, Alberti no faltó a la cita.
Después le llegó el larguísimo exilio [hasta 1977] y, por lo tanto, su ausencia de Mérida. Sin embargo, reencontrado el poeta y reencontrado el Festival a partir de 1984, Alberti acudió verano tras verano junto a su amigo y director de la muestra, José Monleón. Ocurrió desde 1984 hasta 1989. Por tanta afección y por tan antiguo encuentro, Monleón le llevó a la escena del Teatro Romano en dos ocasiones: en 1986, con el recital ‘Poesía y canción’, junto a Paco Ibáñez; y en 1988, en el homenaje que le rindió el Festival.
Tras aquel homenaje, que Monleón denominó ‘De lo vivo, lo lejano’, Alberti le entregó un texto autógrafo en el que expresaba su reconocimiento [junto a estas líneas]. No fue el único escrito que el poeta gaditano regaló al Festival, pero sí el más reconocido.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Sánchez Dragó asegura que actuó en el Festival de Mérida

El escritor Fernando Sánchez Dragó también fue joven, e incluso progresista, aunque hoy ya no le resten huellas perceptibles. Y también fue actor, o mucho menos que eso, figurante. Como tal estuvo en Mérida en 1955, con 18 años de edad, y lo contó hace tiempo a propósito del asunto del comercio de la carne que tanto usó, ha usado o usa. Dragó dejó escrito al respecto:

"Yo también fui de putas por primera y no última vez cuando tenía dieciocho años. Sucedió en Mérida. Habíamos ido allí un montón de chicos, y alguna que otra chica, de la Facultad de Letras de la Complutense para representar 'Medea' y 'Las nubes' en el teatro romano de la citada localidad. La primera actriz era Maritza Caballero, que después se haría célebre. En el elenco figuraba también un jovencísimo Gonzalo Suárez. Nos acompañaba, entre otros personajes de cierto relumbrón, Alfredo Marquerie, crítico teatral de ABC. Dirigía el cotarro José María Saussol, de la estirpe de los Oliart. José Ramón Marra-López, que luego publicaría un libro, relativamente famoso, dedicado a la narrativa de los escritores españoles en el exilio (Sender, Max Aub, Dieste, Massip, Serrano Poncela…), era el traspunte. Conservo una foto memorable de aquella aventura."

Repasados los programas de mano de los espectáculos que menciona Dragó -y que constan en el archivo del Centro I+D+C-, concluimos que, como mucho, trabajó como figurante en alguno de los dos, porque su nombre no está incluido en los repartos.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Francisco Fernández, comisario del Festival de Mérida hasta 1982

A finales del año 1982 desapareció el organismo Festivales de España, dependiente del Ministerio de Cultura, que se había encargado de organizar y desarrollar las ediciones del Festival de Mérida durante más de 20 años, porque aquel organismo fue creado en 1952 [ver http://museoteatro.mcu.es/esp/coleccion/c09.html].
Así pues, en 1982 el de Mérida despidió a quien durante las últimas cinco ediciones había sido el coordinador y comisario de la muestra, Francisco Fernández, en nombre del Ministerio de Cultura y en representación de Festivales de España. En declaraciones realizadas al periódico Hoy de Badajoz [ver recorte de prensa junto a estas líneas], Fernández se atrevió a aventurar lo que sucedería a partir de 1983: "Si el Ayuntamiento de Mérida, la Diputación de Badajoz y la Junta de Extremadura aportan el dinero necesario, pueden organizar ellos el Festival de Mérida". Eso es lo que, a grandes rasgos, sucedió a partir de 1984.
La edición del Festival de Mérida en 1982 tuvo lugar tres meses antes de llegar el PSOE al poder, y fue la última de Francisco Fernández. El comisario de la muestra se despidió recordando que "el principal problema del Teatro Romano son las gradas, que cada día se encuentran más deterioradas". Agregó: "Solucionarlo es un problema ministerial, no mío". Dos meses más tarde se marchó de Mérida para siempre.
Aquel año, las entradas costaron lo mismo que en 1981: 600, 400 y 150 pesetas.

Desperfectos en las cáveas tras la Semana Romana de 1934

En el año 1934 tuvo lugar la segunda edición del Festival de Mérida [denominado entonces Festival de Arte Clásico], y con ella la Semana Romana. Música, danza y, sobre todo, teatro, formaron parte de su programación, bajo la dirección de Cipriano de Rivas Cherif. Pero la masiva asistencia de público tuvo malas consecuencias para el monumento romano, por lo que la Academia de Bellas Artes acordó solicitar que se prohibieran las representaciones en él.
La reacción del Ayuntamiento de Mérida no se hizo esperar: en sesión celebrada el 16 de enero de 1935 -cuatro meses después de la Semana Romana- dejó reflejado en el acta [junto a estas líneas] "los perjuicios que supone el acuerdo tomado por la Academia de Bellas Artes, a propuesta del académico señor Anasagasti, de solicitar del Ministerio de Instrucción Pública el que no se vuelvan a autorizar representaciones en el Teatro Romano de esta ciudad, alegando los grandes desperfectos ocasionados por el público en algunas cáveas durante las últimas celebradas".
El Ayuntamiento acordó "dirigirse a la superioridad en súplica de que no sea atendida la petición de la Academia y se continúen autorizando esas representaciones de arte que tanto contribuyen a elevar la cultura".
Pero las representaciones de artes escénicas no regresaron al Teatro hasta después de la Guerra inCivil.

martes, 14 de diciembre de 2010

Las palabras de Rivas Cherif sobre la Medea que dirigió en 1933

Testimonio oral de Cipriano de Rivas Cherif sobre la representación de la tragedia ‘Medea’, de Séneca, traducida al castellano por Miguel de Unamuno, el 18 de junio de 1933, con Margarita Xirgu como protagonista y con la intervención de prodigios naturales enviados por los dioses del Olimpo. Es transcripción fiel del relato oral en boca de Cipriano de Rivas Cherif, grabado en 1950, rigurosamente inédito hasta que fue leído en público por su hijo, Enrique de Rivas, en la conferencia que pronunció en Mérida, el 14 de mayo de 2008, dentro del ciclo ‘ Margarita Xirgu y su tiempo’, del Programa 75 Aniversario Xirgu 33.

Gluck, en el siglo XVII, se había propuesto resucitar en la ópera, con sus Orfeos, sus Alcestes, y sus Armidas, la tragedia clásica. No era del todo un disparate en la ventura de poner la Medea al cabo de los tiempos y las generaciones, ante un público popular en cuya fisonomía general advertían simplemente a los mismos rasgos característicos de tantos bustos romanos del mismo Museo de Mérida, el añadirle con fondo de la acción trágica y en los intermedios para la entrada y salida del coro en la orquestra o proscenio, una de aquellas músicas, con tal cual aria desconsoladora de Gluck al par desesperada y noble, como ya tenía escrito el poeta Enrique Díez Canedo.
Dicho y hecho, un buen día de junio de 1933, y ante el éxtasis del arqueólogo descubridor del monumento, temeroso hasta entonces de que unos cómicos presumidos pudieran profanar la dignidad magnífica de aquel lugar augusto, las primeras notas del Orfeo de Gluck por la orquesta Filarmónica de Madrid que dirigía su veterano fundador Pérez Casas, hendieron el aire de la tarde haciendo volar a las palomas anidadas en la ruina ilustrísima dando comienzo al ensayo de la Medea. (En la grabación se oyen las notas del Orfeo de Gluck).
Y empezaron a cumplirse los prodigios que de los cielos esperaba yo: fue el primero que Margarita se viera de pronto acometida del furioso enjambre de abejas salidas del pedestal de una de las estatuas que adornaban el fondo de la escena, las cuales, reproducidas en yeso de las primitivas llevadas al Museo de Mérida para su mejor conservación, rompían la armonía de los antiguos mármoles en la luz crepuscular (Símbolos del alma y el verbo, en Eleusis y Éfeso las sacerdotisas tenían nombres de abejas. Aparecen en las tumbas como símbolo de inmortalidad, de resurrección, y finalmente, para Platón y Píndaro, simbolizan la elocuencia, la poesía la inteligencia).
Don Ramón Mélida, hasta entonces resistente a cualquier trastorno en la apariencia actual del monumento a su cuidado, tan ganado estaba ya en virtud de la representación misma, que se precipitó a dar las órdenes pertinentes a que en un carro de bueyes, muy luego proveído, fueron sacadas de allí las replicas en cuestión y con ellas el enjambre de abejas que hubo quien quiso abrasar después de dispersas que fueron con humo de hogueras como es uso de campesinos a la sazón.
Y no solo se llevaron las estatuas, sino que nos trajeron sendas piedras sepulcrales con que disimular al apuntador que don Enrique Borrás había menester en diversos lugares de aquella escena inmensa de 60 metros de boca. Por otra parte, la prueba de la acústica del local había resultado perfecta con colocar en el centro del escenario un despertador cuyo tic tac se oía desde la última fila de la cávea o gradería superior. De entonces sé la ventaja de las representaciones dramáticas sin que haya menester altavoces en locales o lugares abiertos, como el teatro griego del parque de Montjuich en Barcelona, sumidos en una cavidad del terreno.
La representación colmó nuestras esperanzas con el cumplimiento de mis espiraciones. Pocas veces he experimentado un sentimiento tan azarosamente placentero como cuando a los últimos acordes de la orquesta del Orfeo, Margarita Xirgu apareció, brazos en alto, entre las altísimas columnas de la puerta central, vestida de una túnica de fuego y declamó al grito herido que la tragedia pide, la magnífica imprecación con que se abre la Medea de Séneca:
“Dioses conyugales, y tú Lucina, guardiana del lecho nupcial, y tú, duro señor del mar de fondo, Titán, que repartes el claro día al orbe y tú, Hécate triforme que das de testigo tu resplandor a los callados sacrificios… simas de la noche eterna, regiones contrarias a los Altísimos, ánimas en pena, soberano del reino triste y soberana a que arrebató su mejor fiel, con voz malhadada os invoco. Acá, acá, acá, acorredme, diosas vengadoras de agravios… Cíñete pues de rabia y prepárate con todo furor al exterminio… Como surgió por crimen, por crimen hay que abandonar esta casa."
Una ovación cerrada en un bando de palomas fugitivas coronando la figura de la actriz selló la primera escena, después de la cual suspendido el aliento de los espectadores, dimos la tragedia de un solo tirón, sin otro respiro que el señalado por la intervención del entreverado de actores y soldados andaluces de la guarnición de Badajoz, a quienes bastó dos ensayos para componer graciosamente frisos improvisados a su aire natural que el ministro de Instrucción (Francisco Barnés) atribuía a mi paciente estudio de no sé qué vasos y frontones, reproducidos, creía él, que no inspirados como lo fueron, en la sola gracia -personalísima, repito- de aquellos andaluces intuitivos, no más que enseñados de un día para otro, a no mirar al público, y sí sólo a cada personaje que hablara, volviendo hacia él la cabeza sin descomponer el cuerpo, girando sobre los talones que en efecto, les hacía componer armoniosas figuras adecuando todo el movimiento de las manos a la euritmia no acompasada de la música con que entraban y salían.
Pero si la representación entera, encuadrada por las líneas del monumento, adquirió la presentación de un conjunto sin tacha, Margarita Xirgu, excelente como verdadera protagonista entre todos los demás personajes, alcanzó aquella tarde ese límite apenas asequible y desde luego insuperable en que el arte de un intérprete colabora con la eternidad del poeta dramático.
Transfigurada, arrebatada de voz y de acento, arrebató al público clamoroso al final (arrojándole a Jasón los cadáveres de sus dos hijos): “Me mandas que me ablande (mata al segundo hijo). Bien está, se acabó ya. Ya no me queda rencor, nada más que brindarte. Alza los ojos, Jasón. ¿Reconoces a tu mujer? Así es como suelo escaparme. Se me abre el camino del cielo. Dos dragones rinden sus escamosos cuellos al yugo. Toma tus hijos, tú, su padre. Yo me iré por los aires en el alado carro” (Recipe iam natos, parens; ego inter auras aliti curru vehar).
Y Jasón que responde: “Vete por los hondos espacios del alto firmamento a atestiguar por donde pases que no hay dioses” (Per alta vade spatia sublimi aethernis testare nullos esse qua veheris deos -a atestiguar que no hay dioses por donde tú pasas-).
Fue al final, la más romana ovación que jamás he visto en el teatro, y que mi fortuna me llevaba a compartir de la mano de ella, y Unamuno al otro lado, y el viejecito arqueólogo llorando como yo le había visto sólo la tarde antes en el ensayo general ante la realización de aquel sueño de piedra que nunca se había atrevido a prometerse. Y digo que los dioses participaron en el holocausto porque entre dos luces ya, de la tarde agonizante y la primera estrella de la noche a punto de salir, como los versos anuncian y cumplidos rigurosamente ateniéndonos a la hora de comenzar el espectáculo, cuando Medea, en la mano el traje de boda de Areusa, su rival por quien Jasón la repudia como esposa, procede al sortilegio que ha de hechizar a la novia, un bando de cigüeñas, ave la más parecida al Iris sagrado, voló muy bajo sobre el escenario, repetidamente, coronando como augurio trágico, la cabeza de la actriz (La cigüeña era emblema o símbolo de la diosa Pietas, la Piedad, y la piedad siendo la que presidía la relación entre los padres y los hijos, y una vieja tradición romana enseñaba que las cigüeñas tenían la costumbre de alimentar a sus padres ancianos. Era también símbolo de la concepción).
Y se hundió el sol, y salió la luna a su tiempo también para lo que habíamos acomodado la representación a la letra del texto, pensando como así era y es, que a su vez el texto se acomodaba al uso de las representaciones, a determinadas horas de la tarde y en teatros como el de Mérida orientados conforme a tal necesidad. Prueba más que concluyente sobre todas las Academias por los siglos, de que Séneca no escribió sus tragedias para ser leídas, y que si leídas fueron y no representadas, fue porque, muy superior al público medio de su tiempo, las guardaba, falto de ocasión más propia, para los Ateneos que en Roma había, sin competencia posible en los teatros, con los toros, el fútbol y sobre todo el boxeo, que constituían las diversiones agotadoras de la Roma decadente.
Cuando Medea - Margarita, en un carro dorado tirado por veinte hombres, desnudo el torso y confundidos sin humanidad aparente con un monstruo de brazos y piernas disformemente entrelazados, cruzó el escenario arrebatada a los infiernos entre la turbamulta de 400 comparsas con antorchas, y la voz magnífica de Borrás clamó “Que no hay dioses por donde tú pases”, el Olimpo dio una nueva señal de su presencia: la dama joven, que había de ser la última en correr tras el carro infernal, tropezó levemente en la túnica, y dejó caer la antorcha. No la recogió, claro, en natural experiencia escénica, y la llama fue a extinguirse en el último acorde de la orquesta.
“Gracias, gracias”, me dijo Margarita, jadeante todavía ante el público clamoroso. “Me ha dado usted el mejor momento de mi vida”.
“Te ha salido bien” me dijo por única vez mi hermano político Manuel Azaña.
Nunca más como entonces, ni en la repetición del año siguiente, con la Electra de Hoffmansthal, ni en otras Medeas en la Plaza de la Armería de Palacio de Madrid, en Barcelona, ni en Salamanca, ni mucho menos en teatros modernos por mucho y más monumentales que sean como el de Bellas Artes de México, la Medea de Séneca de Unamuno tuvo en mi ánimo la complacencia única de mis bodas con el éxito.
Conclusión
Como conclusión del enorme éxito de esta representación, conozcamos el último testimonio de aquello que hizo Rivas Cherif en la prensa, y que se refería al futuro:
“En vista del éxito de Medea, instituiremos definitivamente una serie de festivales clásicos en el Teatro Romano de Mérida, durante la primera quincena de junio de cada año. Queremos hacer de aquellas ruinas un Salzburgo o una Siracusa.”
El destino o la fatalidad quisieron otra cosa. Pero la primera piedra de los Festivales de Mérida había sido puesta.

FOTOGRAFÍA: Cipriano de Rivas Cherif junto a Margarita Xirgu, el 19 de junio de 1933 en el Parador de Mérida, al día siguiente del estreno de 'Medea' en el Teatro Romano.

"Esas aguerridas huestes llenas de sensibilidad"...

En los opacos años de la dura dictadura franquista, el 1 de octubre fue siempre una fecha señalada, pues en tal día de 1936 Francisco Franco fue investido jefe del Estado. El Teatro Romano de Mérida también lo festejó, y el Festival lo refleja, porque cuanto acontenció en aquel escenario tres años después -el 1 de octubre de 1939- ha pasado a convertirse en la III edición del Festival de Mérida. Interesante es, sin embargo, rememorar cómo ofreció el periódico HOY de Badajoz la noticia teatral a la que nos referimos, publicada en sus páginas el 29 de septiembre de 1939, según refleja la reproducción gráfica junto a estas líneas. Se comenta por sí misma, se califica por sí misma también. Así fue:
"El excelentísimo Ayuntamiento de Mérida, deseoso de asociar el nombre de nuestra ciudad a sus magníficos monumentos de la Roma imperial y de utilizar las ruinas de estos para difundir la cultura y el arte clásicos organiza para el día 1 del próximo octubre una gran fiesta del arte, con la representación en el Teatro Romano de la comedia latina ‘Aulularia’ (La Ollo –sic-), de Marco Accio Plauto.
El teatro nacional de Falange, esas aguerridas huestes llenas de sensibilidad y de inquietudes juveniles al servicio de España, será el encargado de mostrar al público de Mérida y del que, ávido de emociones espirituales, nos visite, las exquisiteces del fino arte clásico".

Un recuerdo desempolvado

El año 1983 fue de transición en el Festival de Mérida. Cuando en 1982 el Ministerio de Cultura dio por concluidos los Festivales de España habidos en el franquismo durante 30 años, la muestra del Teatro Romano pareció desnortada, precisamente cuando se encontraba a punto de cumplir 50 años de vida. Se hizo cargo de ella el Ayuntamiento de Mérida, junto al Ministerio, y se preparó una edición muy ambiciosa sobre el papel programático, aunque con desiguales resultados [La ilustración junto a estas líneas corresponde al cartel de aquel año].
Antonio Vélez era el alcalde de Mérida en 1983 y fue él, junto al equipo municipal, quien coordinó la efeméride en su medio siglo, justo meses antes de que la Junta de Extremadura culminase la negociación con el Ministerio de Cultura para el traspaso de la competencia del Festival a la comunidad autónoma. Aunque ésa es ya otra historia.
Ha sido precisamente el ex alcalde Vélez quien ha informado recientemente al Centro I+D+C de una actividad celebrada en la muestra de 1983 y olvidada por el tiempo: el concierto ofrecido por la Orquesta Sinfónica de la Radio Televisión Soviética.
El conjunto orquestal -"con ciento diez o ciento veinte maestros, numerosísimo", cuenta el ex alcalde- actuó en el Festival el 18 de agosto de aquel año "con un lleno total, el lleno más importante que recuerdo de aquellos años", dice. Lo hizo merced al patrocinio del Ministerio de Cultura y al ciclo 'Música en los monumentos' que giró por varias plazas españolas hasta finales de aquel mes.

Te espero en el escenario

El 7 de octubre de 2010, la Academia Sueca hizo pública la concesión del Premio Nobel de Literatura al peruano-español Mario Vargas Llosa. El galardonado es uno de los autores y actores que forman parte de la historia del Festival de Mérida, pues en el año 2006 estuvo presente con su obra ‘Odiseo y Penélope’, que escribió él e interpretó junto a Aitana Sánchez-Gijón (en la fotografía). Al día siguiente de informar de la concesión del Nobel, la actriz publicó en el diario El País un artículo dedicado a Vargas Llosa y a rememorar su presencia en el Festival de Mérida. Éste:


Corría el mes de julio de 2006. Un jardín tropical, un frontón al aire libre... y 20 días por delante para poner en pie ‘Odiseo y Penélope’, la segunda aventura teatral como autor y actor de Mario.
El calor era infernal. Ensayábamos cobijados por la sombra de un árbol generoso y nos refrescábamos, vestidos, con el agua de una manguera hasta quedar totalmente empapados.
Mario descalzo, despojado, entregado a su recién descubierta vocación con la valentía y la humildad de quien no tiene nada que perder. Joan Ollé (el otro vértice del ménage à trois teatral) y yo disfrutando como niños de las charlas interminables, de las carcajadas constantes, de los escollos que siempre acabábamos por resolver en equipo, siempre en equipo.
Es un oficio solitario el del escritor. El de los cómicos, sin embargo, un proceso colectivo. Mario luchaba a brazo partido contra sus propias palabras para darles vida hasta hacerlas suyas de nuevo. Escuchaba admirado las propuestas escénicas de Joan y repetía hasta la saciedad, con una disciplina férrea, cada escena hasta caer rendido. A veces nos enzarzábamos en discusiones interminables pero siempre gozosas sobre ciertos pasajes. Y Mario reescribía, cortaba o amoldaba el texto según las necesidades del montaje con una generosidad y un sentido del humor admirables. "Queréis mutilar mi texto" , nos increpaba. "¡Me queréis hundir!". Y acto seguido explotaba en una carcajada.
Patricia, su mujer, asomaba de vez en cuando por detrás de una palmera y observaba divertida a Odiseo resistiendo el hechizo de las sirenas o el reencuentro con Penélope a su regreso a Ítaca.
Fueron 20 días de convivencia intensiva. Habíamos compartido ya escenario con ‘La verdad de las mentiras’, pero fue en ese frontón cuando a Mario se le instaló definitivamente el veneno del teatro.
Llegamos a Mérida. Las piedras del escenario echaban fuego. La fuerza telúrica de siglos nos subía por la planta de los pies. Faltaban cinco minutos para salir a escena. Mario se me acercó entre cajas y, aterrado, me miró a los ojos y me dijo: "Esto es espantoso. ¿No podemos huir de aquí? Escapemos ahora que aún estamos a tiempo". "Enhorabuena, Mario", le respondí: "Te has convertido en un actor". Y, como no podía ser de otra forma, nos lanzamos a la arena.
Mario el rapsoda, Mario el tejedor de sueños, Mario el actor se metió al público en el bolsillo y yo me sentí el ser más privilegiado del planeta por estar a su lado.
Dos años después nos embarcamos en una nueva travesía: ‘Las mil noches y una noche’. Él era Sahrigar, el sanguinario, y yo Sherezade. Pero esa es otra historia...
Ahora le ha llegado el Nobel. Por fin. Ya estaba tardando. Me siento tan orgullosa como si se lo hubieran dado a alguien de mi familia.
Enhorabuena, Mario. Para los millones de personas que te queremos y admiramos, hoy es un gran día.
Te espero en el escenario.

Morente el Grande

Vino y se fue. Y como todos los que acercan su arte a la estricta genialidad, nos dejó su voz rota, difundida por mil ecos. De súbito, Enrique Morente murió el 13 de diciembre de 2010. No estábamos avisados y quizás por ello su desaparición resulte aún más lacerante.
Sin embargo, la estela del cantaor permanecerá en la historia del Festival de Mérida, al que acudió en cinco ocasiones: en 1982, como cantaor en 'el mito de Edipo rey' [ver video]; en 1992 para ofrecer un festival flamenco; en 1990 y en 2009 con su composición musical para la 'Fedra' de Miguel Narros que interpretaron Manuela Vargas, primero, y Lola Greco, después.
Por último, su más intensa presencia en la escena del Teatro Romano se produjo en el año 2008 y en la gala de clausura de la 54 edición. Junto a su hija Estrella y Lagartija Nick ofreció un extenso concierto inolvidable. Nuestra memoria eligió y seguirá eligiendo aquel recuerdo.

Blanca Portillo, directora artística

Resumen de la intervención de Blanca Portillo en la rueda de prensa celebrada en Mérida el 3 de noviembre de 2010, en la que se anunció públicamente su nombramiento como directora artística del Festival de Mérida.

Nuria Espert en 'Julio César' [1955]



Todos sabemos de Nuria Espert en su paso por el Festival de Mérida, incluso desde 1959 en que presentó por primera vez 'Medea', el título que le dio años después la aureola de mito en la muestra emeritense. Nuria es, además, la actriz que en más ocasiones ha ocupado la escena del Teatro Romano.
No se ha divulgado en igual medida, sin embargo, la primera vez que la artista catalana estuvo presente en el Festival. Recientemente, el Centro de Investigación y Documentación localizó entre todos los documentos recibidos para su archivo y custodia una importante serie de posados gráficos entre los que se encuentran los de Nuria Espert.
La serie data de 1955 y se refiere al montaje de 'Julio César' que en aquel año presentó el director artístico José Tamayo en la escena de Mérida y en el que participaron Francisco Rabal, Guillermo Marín, Mari Carrillo, Antonio Ferrandis y, naturalmente, Nuria Espert, entre otros grandes actores. La serie está incluida en el portal web del Centro I+D+C, pero ahora traemos aquí únicamente las fotografías de Espert por ser escasamente conocidas.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Festival de Mérida: un pasado con futuro

Desde el 1 de diciembre y por primera vez en toda su dilatadísima vida, la historia del Festival de Mérida ha salido a la luz y al sonido de los días a través de su portal web; también por primera vez, la muestra cuenta con un archivo que, pese a encontrarse aún incompleto, acoge y relata el trayecto desde su prehistoria (1911) hasta la actualidad.
Como expresamos en uno de los textos del portal, el que en el año 2003 se dio a conocer como el Festival del siglo XXI no ha de postergar su pasado, porque debe de ser consciente de que contando con él se garantiza su porvenir. En suma, de que en vísperas de 2011 tengamos conciencia de que este hecho cultural sin precedentes en nuestro país cuenta con un legado fundamental, y de que sólo gracias a él se justifica su presente grandeza.
Renacer y volver a renacer en cada etapa como si antes nada hubiera sucedido, partir y volver a partir casi de cero entonces, parece haber sido el sino de la muestra en muchos de sus ciclos pretéritos. Y en todos esos casos, sin mirar atrás. Yo quiero creer que esos procesos de flujos, reflujos y vacíos ya han acabado.

Gregorio González Perlado