CENTRO DE INVESTIGACIÓN Y DOCUMENTACIÓN FESTIVAL DE MÉRIDA

UN PASADO CON FUTURO



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martes, 14 de diciembre de 2010

Te espero en el escenario

El 7 de octubre de 2010, la Academia Sueca hizo pública la concesión del Premio Nobel de Literatura al peruano-español Mario Vargas Llosa. El galardonado es uno de los autores y actores que forman parte de la historia del Festival de Mérida, pues en el año 2006 estuvo presente con su obra ‘Odiseo y Penélope’, que escribió él e interpretó junto a Aitana Sánchez-Gijón (en la fotografía). Al día siguiente de informar de la concesión del Nobel, la actriz publicó en el diario El País un artículo dedicado a Vargas Llosa y a rememorar su presencia en el Festival de Mérida. Éste:


Corría el mes de julio de 2006. Un jardín tropical, un frontón al aire libre... y 20 días por delante para poner en pie ‘Odiseo y Penélope’, la segunda aventura teatral como autor y actor de Mario.
El calor era infernal. Ensayábamos cobijados por la sombra de un árbol generoso y nos refrescábamos, vestidos, con el agua de una manguera hasta quedar totalmente empapados.
Mario descalzo, despojado, entregado a su recién descubierta vocación con la valentía y la humildad de quien no tiene nada que perder. Joan Ollé (el otro vértice del ménage à trois teatral) y yo disfrutando como niños de las charlas interminables, de las carcajadas constantes, de los escollos que siempre acabábamos por resolver en equipo, siempre en equipo.
Es un oficio solitario el del escritor. El de los cómicos, sin embargo, un proceso colectivo. Mario luchaba a brazo partido contra sus propias palabras para darles vida hasta hacerlas suyas de nuevo. Escuchaba admirado las propuestas escénicas de Joan y repetía hasta la saciedad, con una disciplina férrea, cada escena hasta caer rendido. A veces nos enzarzábamos en discusiones interminables pero siempre gozosas sobre ciertos pasajes. Y Mario reescribía, cortaba o amoldaba el texto según las necesidades del montaje con una generosidad y un sentido del humor admirables. "Queréis mutilar mi texto" , nos increpaba. "¡Me queréis hundir!". Y acto seguido explotaba en una carcajada.
Patricia, su mujer, asomaba de vez en cuando por detrás de una palmera y observaba divertida a Odiseo resistiendo el hechizo de las sirenas o el reencuentro con Penélope a su regreso a Ítaca.
Fueron 20 días de convivencia intensiva. Habíamos compartido ya escenario con ‘La verdad de las mentiras’, pero fue en ese frontón cuando a Mario se le instaló definitivamente el veneno del teatro.
Llegamos a Mérida. Las piedras del escenario echaban fuego. La fuerza telúrica de siglos nos subía por la planta de los pies. Faltaban cinco minutos para salir a escena. Mario se me acercó entre cajas y, aterrado, me miró a los ojos y me dijo: "Esto es espantoso. ¿No podemos huir de aquí? Escapemos ahora que aún estamos a tiempo". "Enhorabuena, Mario", le respondí: "Te has convertido en un actor". Y, como no podía ser de otra forma, nos lanzamos a la arena.
Mario el rapsoda, Mario el tejedor de sueños, Mario el actor se metió al público en el bolsillo y yo me sentí el ser más privilegiado del planeta por estar a su lado.
Dos años después nos embarcamos en una nueva travesía: ‘Las mil noches y una noche’. Él era Sahrigar, el sanguinario, y yo Sherezade. Pero esa es otra historia...
Ahora le ha llegado el Nobel. Por fin. Ya estaba tardando. Me siento tan orgullosa como si se lo hubieran dado a alguien de mi familia.
Enhorabuena, Mario. Para los millones de personas que te queremos y admiramos, hoy es un gran día.
Te espero en el escenario.

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